Yukio Mishima · El pabellón de oro


(...) Es siempre el primer sonido, la primera voz, la que halla mayor dificultad en brotar; ella es, en cierto modo, la llave de la puerta que separa mi universo interior del mundo exterior. Pero jamás se me ocurrió llegar a notar que esta llave diera la vuelta sin esfuerzo. La gente, en general, maneja las palabras como quiere, puede dejar abierta esa puerta que separa dos mundos y dar paso de este modo a una constante corriente de aire. Pero a mí eso me estaba totalmente vedado: la llave estaba oxidada, irremediablemente oxidada (...).

(...) Los seres poco impresionables no sienten emoción alguna a menos que la sangre corra ante sus ojos. Y cuando la sangre ha dejado de correr, ya no hay más tragedia; ya ha pasado(...).

(...) El más humilde de sus gestos desbordaba de orgullo; y sin embargo, a pesar de su juventud, tenía perfecto conocimiento del valor de la humildad consentida (...).

(...) para ser un artista yo tenía una idea demasiado seria de mí mismo. (...) Mi único orgullo venía de la imposibilidad de hacerme comprender: y en estas condiciones, ¿cómo podía yo aprobar la invencible necesidad de expresar las cosas y hacerme comprender? (...)

2 comentarios:

Hank dijo...

Que quieres que te diga princesa. La última parte me recuerda a alguien. A veces tenemos una idea muy seria de uno mismo. Y además, somos orgullosos y nos empeñamos en hacernos comprender. Ahhh, quien fuera artista. Gracias por publicar cosas así.
Besos

EfeR Soto dijo...

Gracias por presentarmelo,,,
he estado leyendo,,, EL SACERDOTE Y SU AMOR,, un "corto" q me gustó, me gustá tambien confesiones de una mascara,,, pronto t comento de ello.