Las penas del joven Wether · J. W. Goethe



(...) Con lo lejano pasa lo mismo que con lo futuro. Ante nuestra alma se halla un todo, enorme y en penumbras, nuestra sensibilidad se diluye en él igual que la mirada. Nuestro anhelo es el de poder entregarnos por completo y dejar que nos inunde un semtimiento majestuoso, magnífico, úncio. Pero, ay, cuando nos acercamos, cuando el allá se convierte en acá, cuando lo qeuf eu es igual a lo que será, entonces nos quedamos con nuestra pobreza, con nuestras limitaciones; nuestra alma sigue sedienta del bálsamo que se nos ha escapado.
Es así como el más errante vagabundo anhela volver finalmente a su lugar de partida, y encuentra en su casa, en el seno de su amada, junto a sus hijos y en su afán de mantenerlos, la satisfacción que infructuosamente había buscado por el mundo. (...)