Cómo ser un gran escritor · Charles Bukowski
tienes que follarte a muchas mujeres
bellas mujeres
y escribir unos pocos poemas de amor decentes
y no te preocupes por la edad
y/o los nuevos talentos.
sólo toma más cerveza más y más cerveza.
Ve al hipódromo por lo menos una vez
a la semana
y gana
si es posible.
aprender a ganar es difícil,
cualquier idiota puede ser un buen perdedor.
y no olvides tu Brahms,
tu Bach y tu
cerveza.
no te exijas.
dormí hasta el mediodía.
evita las tarjetas de crédito
o pagar cualquier cosa en término.
acuérdate de que no hay un pedazo de culo
en este mundo que valga más de 50 dólares
(en 1977).
y si tienes capacidad de amar
ámate a ti mismo primero
pero siempre sé consciente de la posibilidad de
la total derrota
ya sea por buenas o malas razones.
un sabor temprano de la muerte no es necesariamente
una mala cosa.
quédate afuera de las iglesias y los bares y los museos
y como las araña sé
paciente,
el tiempo es la cruz de todos.
más
el exilio
la derrota
la traición
toda esa basura.
quédate con la cerveza
la cerveza es continua sangre.
una amante continua.
agarra una buena máquina de escribir
y mientras los pasos van y vienen
más allá de tu ventana
dale duro a esa cosa
dale duro.
haz de eso una pelea de peso pesado.
haz como el toro en la primer embestida.
y recuerda a los perros viejos,
que pelearon tan bien:
Hemingway, Celine, Dostoievsky, Hamsun.
si crees que no se volvieron locos en habitaciones minúsculas
como te está pasando a ti ahora,
sin mujeres
sin comida
sin esperanza...
entonces no estás listo
toma más cerveza.
hay tiempo.
y si no hay
está bien
igual.
Sabés que pienso que sos un Bukowski encerrado en el cuerpo de una mujer, pero sin tanta tristeza. O al menos sabiendola disimular bastante bien.
Te quiero, enana! -Juan dixit
Memorias de un amante sarnoso · Groucho Marx
(...) Era guapa, pero, por desgracia, también una intelectual. (...)
(...) No era consciente de lo aburrido que podría resultar como compañía hasta que estuve allí solo sentado conmigo mismo (...).
Yukio Mishima (Kimitake Hiraoka)
1925
Yukio Mishima, nació el 14 de enero de 1925 en Tokio, en el seno de una familia descendiente de samurais, bajo el nombre de Kimitake Hiraoka. Hijo de Azusa Hiraoka, modelo de una dura formación militar, y Shuizue, una madre comprensiva, pero casi por completo ausente en los primeros años de Mishima, su vida no fue fácil, pues creció lejos de su familia más cercana ya que su abuela Natsu lo separó de ellos durante varios años. Su abuela lo recluyó en su habitación de enferma y lo convirtió en un niño débil, aislado, complejo y brillante. Mishima no tenía permitido practicar deportes ni relacionarse con otros chicos de su edad a través de juegos varoniles: solo podía entretenerse con las muñecas de sus primas o pasar el tiempo en soledad.
Natsu provenía de una familia vinculada a los samurái de la era Tokugawa. Tenía mal carácter el cual se exacerbó por su ciática. Era una mujer violenta, tenía salidas mórbidas cercanas a la locura que posteriormente serán descritas en algunos textos del autor.
Probablemente, estas duras condiciones impuestas por su abuela fueron las que llevaron a este estudiante de la prestigiosa Escuela Peers a interesarse por la lectura de clásicos japoneses. En el caso de la escritura, puede decirse que dicha actividad también comenzó a desarrollarla a temprana edad a través de historias creadas en el ámbito estudiantil. De esa época, por ejemplo, data el relato titulado “El bosque en todo su esplendor” que, antes de ser publicado en forma de libro, fue presentado por la prestigiosa revista Cultura literaria.
La influencia de Natsu sobre Mishima hizo que este se convierta en un hombre con principios éticos de un alto samurai, fue por este motivo que ejercitó su cuerpo dejando atrás las huellas de debilidad.
1939
Muere Natsu fallece y por primera vez su madre toma el lugar que le corresponde. En 1941, el eximio autor decide hacerse llamar Yukio Mishima, que vendría a ser algo así como monte nevado.
1942
En 1942 Mishima comenzó a estudiar Derecho, carrera que finalizó 1947. e inició un trabajo como funcionario en el Ministerio de finanzas japonés que abandonaría para dedicarse a la literatura.
1949
Este año 1949 se publicó Confesiones de una máscara una de sus primeras novelas, un relato semi autobiográfico sobre un joven homosexual. La sociedad de la época la consideró una historia repugnante, probablemente porque en este texto relató la primera vez que sintió algo similar a lo que se experimenta durante el clímax sexual, ocurrió durante la contemplación del martirio de San Sebastián: la sangre, las heridas, el sufrimiento del santo traspasado por flechas despierta en él el éxtasis y por primera vez el goce sexual. Desde entonces la vida y obra de Mishima gira en torno a la erotización de la muerte y el goce que produce el dolor. El suicidio, la muerte y la sangre recorren sus obras, en Patriotismo, por ejemplo, llega a ser repulsiva la detallada descripción que se hace de un seppuku y un Jigai. Con anterioridad a esta obra ya había escrito relatos cortos que el futuro Premio Nobel Yasunari Kawabata confió a la publicación Ningen.
1958
Si bien se sabe que Yukio Mishima era bisexual, luego de viajar por Europa y el continente americano, contrajo matrimonio con Yoko Sugiyama, con quien tuvo un hijo y una hija.
1970
El 25 de noviembre de 1970, Mishima y cuatro miembros de la Tatenokai visitaron con un pretexto al comandante del Campamento Ichigaya, el cuartel general de Tokio del Comando Oriental de las Fuerzas de Autodefensa de Japón. Una vez dentro, procedieron a cercar con barricadas el despacho y ataron al comandante a su silla. Con un manifiesto preparado y pancartas que enumeraban sus peticiones, Mishima salió al balcón para dirigirse a los soldados reunidos abajo. Su discurso pretendía inspirarlos para que se alzaran y devolvieran al Emperador a su legítimo lugar. Como no fue capaz de hacerse oír, acabó con el discurso a los pocos minutos.
Regresó a la oficina del comandante y se suicidó mediante seppuku. La costumbre de la decapitación al final de este ritual le fue asignada a Masakatsu Morita, miembro de la Tatenokai. Pero Morita, del cual se rumoreaba que había sido amante de Mishima, no fue capaz de realizar su tarea de forma adecuada: después de varios intentos fallidos, le permitió a otro miembro de la Tatenokai, Hiroyasu Koga, acabar el trabajo. Morita también se suicidó mediante el seppuku. Otros elementos tradicionales del suicidio ritual fueron la composición de jisei, (un poema compuesto por uno mismo cuando se acerca la hora de su propia muerte), antes de su entrada en el cuartel general.
Mishima preparó su suicidio meticulosamente durante al menos un año, se cree que el autor debía haber sabido que su intento de golpe jamás sería exitoso, es así que su biógrafo, traductor y antiguo amigo John Nathan sugiere que fue solo un pretexto para practicar el suicidio ritual con el cual Mishima tanto había soñado. Mishima se aseguró de que sus asuntos estuvieran en orden e incluso tuvo la previsión de dejar dinero para la defensa en el juicio de los otros 3 miembros de la Tatenokai que no murieron.
Obras
1948: Confesiones de una máscara
1950: Sed de amor
1954: Colores prohibidos
1956: El rumor del oleaje
1956: El pabellón de oro
1960: Después del banquete
1963: El marino que perdió la gracia del mar
1964-70: El mar de la fertilidad -tetralogía-: Nieve de primavera; Caballos desbocados; El templo del alba; La corrupción de un ángel
1972: Música
Yukio Mishima · El pabellón de oro
(...) para ser un artista yo tenía una idea demasiado seria de mí mismo. (...) Mi único orgullo venía de la imposibilidad de hacerme comprender: y en estas condiciones, ¿cómo podía yo aprobar la invencible necesidad de expresar las cosas y hacerme comprender? (...)
Anaïs Nin
La gallina degollada · Horacio Quiroga
Breccia-Sábato
Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento. —¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror. Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conteniéndola: —¡No entres! ¡No entres! Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.
El amante (II) · Marguerite Duras
Podría engañarme, creer que soy hermosa como las mujeres hermosas, como las mujeres miradas, porque realmente me miran mucho. Pero sé que no es cuestión de belleza sino de otra cosa, sí, de otra cosa, por ejemplo, de carácter. Parezco lo que quiero parecer, incluso hermosa si es eso lo que quieren que sea, hermosa o bonita, bonita, por ejemplo, para la familia, solamente para la familia no, puedo convertirme en lo que quieren que sea. Y creerlo. Creer, además, que soy encantadora. En cuanto lo creo se convierte en realidad para quienes me ven y desean que sea de una manera acorde con sus gustos, también lo sé. Así, puedo ser encantadora, a conciencia, incluso si estoy atormentada por la estocada a muerte de mi hermano.